Entre las cuencas del Idigna y el
Buranum se encuentra el Imperio de Akkad. Conquistado y gobernado por
Sargón el Alquimista desde hace más de 2000 años. Primer y Único
Emperador. El más grande desde Gilgamesh. Allí los Awilu viven rodeados
del lujo y la comodidad, mientras los Mushkenu y los Wardu, las razas
creadas, trabajan por ellos y les protegen de todo peligro.
Enshakushanna, Rey Brujo de trenzadas
barbas, domina con puño de hierro la ciudad de Uruk. El sacrificio de
incontables vidas a los deseos de los Dioses de las Estrellas desde lo
alto del Ziggurat le proporciona conocimiento y poder. Shuk-Nippurash,
la que no necesita esposo, trae la fertilidad a Kish. Los Fenicios,
artesanos sordomudos, ofrecen su mercancía a los comerciantes de Assur a
cambio de vidas. Una revuelta de aquellos esclavos que temían ese
destino es sofocada en Lagsah. La peste, sin duda invocada por algún
brujo rival, se ceba en Nippur. Las incursiones de los Cimmerios desde
las montañas del norte y de los Uridimmu desde el desierto del oeste se
saldan con violentos combates. Armas de bronce chocan entre sí y la
sangre es lo único que riega la árida estepa entre los ríos.
En Akkad la libertad no existe. En Akkad la vida no vale nada.
Dicen que es el precio de la civilización.
Pero no siempre fue así. Antes era
Sumer. Pero los que aún conocían la escritura perdida huyeron con
Hammurapi. Con su dios Enlil derrotado, fundaron la ciudad subterránea
de Babylonia, a donde no llega la enfermiza luz de las estrellas. Más de
dos milenios lleva la Puerta de Ishtar, que permite su acceso, cerrada.
Todo está a punto de cambiar. La Puerta se ha abierto.
Seguimos diciendotelo... ¿Te lo vas a perder?
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